Resisten todo por llegar a EU

Mikel esperó durante seis meses una cita para ingresar a Estados Unidos a través de la aplicación digital CBP One desde la Ciudad de México, pero al no recibir una respuesta decidió viajar a Ciudad Juárez para cruzar el río Bravo/ Grande, en donde ayer sumó 44 horas sin poder lograrlo.
Sin saber aún las consecuencias migratorias que tuvieron, dijo que entre el miércoles y el viernes unas 80 personas migrantes habían logrado cruzar la frontera entre Ciudad Juárez y El Paso para entregarse con los agentes de la Patrulla Fronteriza, por lo que 21 más permanecían acampando en el bordo del río Bravo con la esperanza de poder llegar a “hasta la puerta 36”.
“Habíamos más de cien y ya nada más quedamos nosotros, todos han pasado, no sabemos nada de ellos, pero han entrado. Nosotros anoche íbamos a entrar, pero los de la Guardia Nacional mexicana les avisaron a los soldados (de Texas), ellos estaban lejos, no se habían dado cuenta y los de la Guardia les empezaron hacer señales con sus lámparas, empezaron a avisarles y luego aluzaron en donde estábamos nosotros entrando para que nos vieran”, relató el venezolano de 31 años de edad.
Mikel es técnico en computación, pero debido a la falta de trabajo trabajaba en su país en la construcción, por lo que decidió migrar con su esposa y su hija de tres años, con quienes permaneció seis meses en la Ciudad de México esperando una cita de CBP One.
Mientras esperaba una fecha para poder cruzar la frontera trabajó también en la construcción, hasta que le llegó el rumor de que el gobierno de Joe Biden abriría la frontera el 18 de diciembre por ser el Día Internacional del Migrante.
“Ese rumor se dispersó en todo México y lo oímos, estábamos en la Ciudad de México y aprovechamos en subir, subimos en La Bestia, en el tren (de carga). No nos encontramos
Migración, pero fue como cosa de Dios, porque cuando llegamos en Chihuahua nos dijeron que los había parado Migración. De ahí tuvimos que tomar un taxi hasta aquí, nos cobró 4 mil pesos, no los teníamos pero los reunimos trabajando, en la calle, vendiendo chupetas (paletas); aquí llegamos hace tres días, el 17 de diciembre”, relató.
Un día después, el 18 de diciembre, a las 5:00 de la tarde llegaron hasta la altura del marcador internacional número 36, debido a que los rumores indicaban que Estados Unidos les abriría sus puertas, “la puerta 36” durante dos horas, pero lo que encontraron fue una frontera militarizada en México y en Estados Unidos.
Pronto se dieron cuenta que el rumor había sido falso y los agentes de la Guardia Nacional de Texas comenzaron a dispararles balas de gas pimienta; sin embargo, ya sumaban más de cien personas, la mayoría recién llegadas a la ciudad o que habían salido de albergues en donde no volverían a ser recibidos, por lo que decidieron intentar el cruce.
“Todos cruzan menos nosotros, no entiendo, será que hacemos algo mal, no sé. Abrimos (el cerco de púas) pa’pasar y eso, como todos, pero somos los últimos y la Guardia quiere que uno se quede aquí porque les hacen señas a los estadounidenses, como anoche. Nos quedamos impresionados, les avisaban con las linternas. Nos dicen que ellos no pueden impedir que salgamos del país, pero cuando estábamos a punto de entrar pa’llá, les avisaron con la linterna y alumbraron el hueco que teníamos hecho para entrar… y nos agarraron ahí”, relató.
Dijo que lo más difícil ha sido soportar las bajas temperaturas durante las madrugadas, sobre todo después de meterse al río cuya agua la madrugada de ayer le llegaba a la altura del pecho.
Organizaciones como el Servicio Jesuita a Refugiados México (SJR), Médicos del Mundo y el Comité Internacional de Rescate (IRC, por sus siglas en inglés) acudieron a llevarles ropa, granolas, agua, suero, leche, cobijas, artículos de limpieza personal y bolsas para la basura, mientras que el pastor Carlos Mayorga, de la iglesia cristiana Salmo 100, les han llevado comida al menos dos veces al día.
“En la noche no podía mover los dedos del frío”, contó una madre ecuatoriana mientras sus dos hijos de uno y tres años de edad jugaban bajo el sol de la mañana.
Pese a que la Patrulla Fronteriza del Sector El Paso ha advertido que el cruce irregular de personas conlleva consecuencias como la deportación, la prohibición de ingresar al país por al menos cinco años y la negación del asilo, dijo que buscarían cruzar la frontera antes de que el republicano Donald Trump llegue a la presidencia de Estados Unidos.
Un llamado a la calma
Ante la incertidumbre que viven las personas en contexto de movilidad debido a los falsos rumores y el próximo cambio de gobierno de Estados Unidos, el obispo de Ciudad Juárez, José Guadalupe Torres Campos hizo ayer un llamado a la calma y la paz.
“Hoy hago un llamado a la calma y a la paz ante la situación de desinformación que sobreabunda en el tema migratorio en esta frontera. Pido paciencia a los migrantes que buscan su cita de asilo, y a resguardar su integridad y la de sus familias. Los invito a acercarse a las asociaciones de nuestra diócesis, de nuestra ciudad, que puedan informarlos ante los falsos rumores que surgieron sobre la apertura de la frontera”, pidió.
El obispo dijo saber de las dificultades por las que han atravesado y el anhelo existente de poder llegar a territorio estadounidense, pero les recordó que la desesperación no es una buena aliada que permita tomar las decisiones más correctas.
“Seamos prudentes y pidamos a Dios que fortalezca nuestra esperanza. A las organizaciones y voluntarios que colaboran en el servicio a los migrantes y refugiados, mantengamos la tranquilidad y el respeto ante las dudas y cuestionamientos que ellos puedan realizar para saberlos dirigir a su bienestar físico, emocional y espiritual. A la sociedad civil, seamos respetuosos con nuestros hermanos en movilidad, ellos han pasado por situaciones críticas desde su lugar de origen, y ante ello, debemos ser comprensivos y abiertos a escucharlos y asistirlos en los que este en nuestras manos”, les pidió. El obispo recordó que la iglesia católica sigue en el tiempo de adviento, rumbo a la natividad de Jesucristo, una época donde la esperanza, la fe y caridad deben reinar en casa y en el corazón.